Pausas

Al subir en la montaña, uno va encontrando. El máximo y último deseo es llegar; sólo llegar. Los retos van apareciendo uno a uno, y uno a uno acumulándose en el pasado.

Nuestros deseos se confunden y damos vueltas, para imaginar nuevos caminos. También para evitar algunos de ellos inevitables. Regodeandonos en aquel arroyo que encontramos. Tenemos miedo a seguir subiendo. A la vez impacientes por volver a la marcha. Los pequeños esfuerzos son incontables.

Pero lo que más abundan son los silencios. Las pausas. Las miradas que no van a ningún objetivo, miradas que no perciben. Ojos llenándose de sí mismos, inertes. Por eso los valles y las mesetas son de terror. Tras la fatiga, tras los tirones de cuerpo, se llega a extensas y grises planicies. Desoladas, sin árboles. Con nombres de enigma: el valle de la sombra, las cruces, la soleada, tequetetengo. Donde los teporingos no se notan; las bolitas de vida cruzan rápido para llegar a sus huequitos. Grandes vistas. Y grandes cielos abiertos, en donde sobra tiempo para pensar, para la angustia. Y para la paz, para quien puede manejar la zozobra de esperar. Ying y yang del tiempo.

Sentir o pensar

Experimentacion,

En esta pel’icula llamada «Her», los di’alogos aparentemente casuales, escond’ian casi en cada frase, el t’itulo de discusiones diferentes que se han dado en el ‘ambito cient’ifico (inteligencia artificial) y filos’ofico (tambi’en inteligencia artificial, pero preguntas tambi’en acerca de las caracter’isticas humanas. En medio de todo ese aluvi’on de preguntas sin respuesta, y ese final tan poco decidido y tan pobre emocional e intelectualmente (que me a mi impide considerarla una pel’icula lograda), aparecieron un par, que a pesar de estar latentes en mi forma de sentir, las percib’i por primera vez formuladas en lenguaje.

Qu’e pasa si lo que estoy sintiendo es lo mejor que voy a sentir de aqu’i a mi muerte, si las pr’oximas experiencias son tan s’olo r’eplicas tristes de estos momentos?

Claramente tememos la muerte, y aunque las razones sean diferentes en cada uno, suelen pertenecer a un abanico de sentimientos diversos comunes. Tememos tambi’en a la vejez, y no s’olo eso, tenemos el deterioro de un cuerpo maduro que va perdiendo m’as y m’as habilidades conforme pasa el tiempo. Y ni hablar de la parte mental, debe ser muy doloroso ver menguada nuestra capacidad de pensamiento; a’un ahora pensar con profundidad representa a veces un gran esfuerzo. Tememos nuestra por nuestra seguridad y estabilidad, en un futuro construido por nosotros, pero incierto y en donde nuestras posibilidades de acci’on se van reduciendo de infinito a cero, en una vida finita. Pero la pregunta del p’arrafo anterior es una desaz’on fuerte. No s’olo nuestro entorno y nuestro cuerpo y capacidad cerebral, que a pesar de ser (o no ser?) uno con nosotros, est’a fuera de nuestro control (al menos parcialmente): nuestras emociones mismas se van diluyendo y entonces nosotros nos diluimos;  como si nuestra manera de morir fuese un lento rodar hasta volvernos piedras. Nuestro ‘ultimo ser ser’ia s’olo la sombra de nuestra breve existencia, que ya es una sombra misma.

No me achicopalo ante la posibilidad de que un poco de verdad pueda haber en esa afirmaci’on. Es simplemente que los impulsos y razones de vida, parecen t’uneles m’as estrechos si eso fuese verdad. Qu’e le dir’e a alg’un amigo, cuando seamos mayores, para convencerlo de que vale la pena seguir vivo? Con la habilidad de sentir atrofiada, c’omo motivarse? Yo veo respuestas que se han dado al respecto: motivarse con la obra terminada (una especie de autoregocijo por la obra de la vida, merecido cuando lo es), motivarse con el florecimiento de las vidas de los amados m’as j’ovenes (que me parece muy natural, pero peligroso, por la dependencia de la felicidad propia en personas y acciones muy espec’ificas, lo que realmente lo vuelve una carga para los j’ovenes), y quiz’a la soluci’on m’as llana, pero que me agrada m’as, es el juego. Jugar, y divertirse mucho. Seremos claro, uno ninhos con piernas marchitas, y tendremos todos los vicios mentales y f’isicos adquiridos de toda la vida. Pero justo, si uno quiere volver a sentir, y a sentir algo nuevo, en una etapa en donde nuestras responsabilidades habr’an casi desaparecido (si somos lo suficientemente afortunados para poder sobrevivir con un poco de decoro y sin grandes problemas), porqu’e no dedicarse a jugar (aut’enticamente, sin ninguna responsabilidad!) y a tratar de jugar juegos diferentes a los que hicimos toda la vida? Estudiar un idioma nuevo, dedicarse al jard’in, tener un rinc’on de internet para comentar todas las pel’iculas y libros que miramos durante 70 anhos y nos dejaron alguna pisada, leer literatura de periodos y autores rec’onditos, disfrutar un videojuego de baile, escribir poes’ia y tener alumnos interesados en las letras, en nuestro barrio. Todas estas son soluciones de gente mayor que conozco,  donde algunos se atrevieron a jugar como principiantes. Miren a la gente mayor que nos rodea, algunos son muy exitosos con la vejez y nos ofrecen un ejemplo de felicidad templada.

Pero a’un as’i, no puedo negar que me llena de miedo pensar que no volver’e a sentir una vibra similar a la vez en que entr’e a robar flores a un jard’in y las entregu’e al d’ia siguiente a mi noviecita de la secundaria. S’e que esa emoci’on espec’ifica no volver’a, pero he tenido sentimientos poderosos que me han recordado esa sensaci’on f’isica y psicol’ogica espec’ifica a lo largo de mi vida. Los enamoramientos mismos, tan provenientes no s’olo de universos sino de suenhos y lenguajes diferentes, algunas veces tienen sensaciones espec’ificas que se logran doblar en una mismo sensaci’on. Esto me recuerda a la rama del logratimo complejo, o en otras palabras, a una hoja en espiral que va ascendiendo y recorre los mismos lugares a pesar del movimiento, como unas largas (pero finitas) escaleras de caracol. Llegar’an esos tr’agicos y muchos d’ias, antes de morir, en donde sin darnos mucho cuenta, no logremos llorar? Nos enganharemos al respecto?   Qu’e ser’a peor, equivocarnos al pensar que pensamos, o equivocarnos al sentir que a’un sentimos?

«Tres ciudades de soledad»

«Tal vez la novela sea una realidad y una vida más perfecta que Dios crea a través de nosotros. Tal vez sólo vivimos para crearla.” Siga leyendo para revelar al autor de tan certera cita:

http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Jorge-Luis-Borges-Fernando-Pessoa-Flann-O-Brian_0_677932222.html

Una manera de retornar al ruedo es al menos asistir a la fiesta taurina. Aunque embobado con las part’iculas y sus suertes acrob’aticas, su servilleta mantiene el enamoramiento por estas ciudades invisibles. M’as ahora, que la saudade por Buenos Aires es tan v’ivida.

El desnudo

Tengo un amigo que se marchó diciéndome que el paso de día tras día sin convivir y de experiencias sin vernos nos ha convertido en lo que el denomina una amistad «histórica» significando que es una amistad sustentada en experiencias cotidianas que sucedieron hace ya tiempo y que difícilmente el ritmo de cercanía y de vivencias compartidas se repetirá. Tenemos distintos intereses y distintas vidas, pero a pesar de ello, de la distancia, me dice que siente que es casi como si ayer hubiese hablado conmigo; seguimos siendo las mismas personas con la misma amistad.  Algo común e inusual a un tiempo: común porque todo el mundo tiene algunos amigos así, inusual estadísticamente entre todas las amistades; a la mayoría de los conocidos (antiguos amigos) que melancólicamente quieren hacer una reunión anacrónica de personajes, se le contesta con un baño de realidad disfrazado de múltiples ocupaciones (aunque en verdad uno quisiese darles una patada en la espalda).

Pero hay amigos que escapan al desgaste del tiempo. También algunos familiares. ¿Qué hace posible que una persona rebase esa línea para convertirse en un ente atemporal y cercano a uno?

La familia goza de la ventaja de haber sido cercana durante toda la niñez, quizá el periodo que más se recuerda toda la vida (de forma alterada en la mayor parte de los recuerdos: es un recuerdo dinámico pero recurrente). La familia en sí, es una presencia formativa, que en algún punto representa el origen, bueno o malo, pero origen y punto de partida de una persona. Y algunos amigos, pueden tomar adscripción a la misma explicación: los partidos de fútbol a los 12 años tendrán por siempre más presencia que las posibles majestuosas batallas de poder llevadas a cabo en la madurez. Son también parte de la niñez, o al menos de la adolescencia o temprana juventud: esos periodos en donde somos un espejo tratando de encontrar nuestro naturaleza reflejándonos en otros espejos. Son experiencias fundidas a uno mismo de forma tan inquebrantable que nadie intentaría quitárselas de encima sin temor a hacerse daño.

Pero hay amistades atemporales (es un abuso del término, es mejor pensar que tienen una ventana de tiempo mayor a la que otorga la cotidianeidad) que no vienen de ahí. Amigos que se van conociendo en el largo camino, con aspectos en común o sin ellos que van ganándose un lugar en la meritocracia personal. Mientras reflexiono en ello, pienso que para mí, los grandes amigos son justo aquellos que conocieron una desnudez de alma en algún momento. A los que a través del tiempo, o intempestivamente logré mostrar un poco más de la carne y esencia que se esconde dentro de conductas sociales, acertijos evasivos y desplantes huidizos. Justo de esos amigos creo conocer algo más que de los demás: algún rasgo característico, no necesariamente secreto o anecdótico, que está grabado en sus entes y que me permite distinguirlos del resto. El desnudo espiritual, voyerista y exhibicionista, que a veces es generado por la desesperación, o la soledad, o el dolor, y otras veces por la pasión, la inmadurez o la desfachatez,  y muchas veces por una relajada cotidianeidad, permite (cuando ocurre una verdadera identificación o empatía) granjear amigos que nos seguirán a los confines de la locura, de los banquetes de creatividad y de sensaciones cargadas de placer y  dolor, pero mucho más aún: que eventualmente nos seguirán a nuestro cementerio de sueños, a nuestra silla de oprobios (desde la cuál negaremos el paso a las nuevas ideas),  y al asqueroso confort.

Ese desnudo tiene varias entidades: el observador se entretiene en forma aparentemente despreocupada mientras el exhibicionista se explaya dejando mostrar un lado vulnerable. En algún momento, la exhibición deja de ser una mera casualidad, para convertirse en un juego, o bien en un desahogo, en donde cada una de las partes asume un rol, y donde las acciones explícitas o implícitas llegan a un fin determinado: el del placer consensuado de observar o mostrar a otro ser los sentimientos más privados. Los roles pueden cambiar.

Concluyo afirmando (sin ninguna justificación) que este juego observado en las amistades, a pesar de no ser tan explícitamente íntimo como algunos otros en las relaciones personales, es en alguna forma la base de nuestras relaciones sociales e íntimas profundas: quién no sabe jugar, tendrá gran dificultad en despertar la empatía y el interés de otra persona. Nos encanta mirar y que nos miren.

Carta a Nadia

Recuerdo que me dijiste que quizá tendrían que pasar 10 años para poder tratarnos como personas. No han pasado 10 años, pero realmente se siente como si hubiesen pasado. Y justo hace 10 nos conocimos (en abril de 2001 empezó todo).

Tienes razón al pensar que somos diferentes ahora. Para mí, fuiste persona, anhelo, locura, paraíso, infierno, compromiso, limbo, símbolo, trazo en la arena, musa, persona non-grata, discurso, recuerdo, redención, curiosidad y finalmente persona… Más de las trescientas tardes de Borges ocurrieron entre nosotros y ciertamente muchos miles de kilómetros alejaron nuestros destinos. Fue, además de poético, una experiencia única el haberte conocido. No lo cambiaría, mucho de lo que soy es por tí.

Ahora no quiero pensar mucho en todos los senderos que se bifurcan pero, al igual que tú, sé que entiendo mucho mejor lo que pasó. Muchas de las frases que me dijiste, de los consejos, reclamos y palmaditas en el hombro que me obsequiaste, totalmente incomprensibles en ese tiempo, son ahora transparentes como el cielo que está en la foto que sirve de cabecera a esta página. Me entró remordimiento cuando fui consciente, por tantos traspiés dados por incomprensión pura. También siento que no sólo fue la falta de sincronía. Más bien, tuvimos ese brevísimo tiempo en donde hubo oportunidad de entendernos; nuestras profundidades son demasiado oscuras para alcanzarse mutuamente.

Para mí, la vida es muy diferente ahora. A pesar de trabajar mucho (a destajo en algunas ocasiones) tengo una sensación grande de estabilidad. Todo transcurre a mil por hora pero casi siempre estoy con buena cara. Aunque no me he casado, tengo a Fernanda, a la que adoro; con la que he aprendido a compartir, y poco a poco he logrado ser menos egoísta e individualista; me ha costado sangre, debo admitirlo, =( . Soy feliz con ella (y como ella no habla búlgaro sino español, seguro estará leyendo esto tarde o temprano, ja). Es muy linda.

He podido viajar (no tanto como tú), y me encontrado con algunos de los dilemas de los que me contaste. Conocí además mucha gente en distintos lugares que quiero y que admiro, y ya sabes, parece que hubieran nacido en mi misma cuadra. Esa idea de que existe otro lugar en donde hay personas completamente diferentes, es ambigua…todo es diferente, pero tenemos almas-espejos por doquier. Ahora uno de mis amigos más íntimos, casi un hermano, vive en Holanda y yo le voy al Racing por él.

Me emocionó mucho la entrada sobre volar. Desde el sueño hasta el final de la realización, … lo volverás a hacer? Me recordó el «Learning to fly» de Gilmour. Me sigue admirando la pasión para encarar retos que logras.

Te cuento que me he atrevido a escribir un poco más. No me refiero solo a este blog. He escrito un par de guiones para un amigo. Para otro, ensayos para su revista literaria. Difícilmente prosperará a algo más, pero ha liberado mucho del torrente imaginario que se quedaba atrapado en mi cabecita. El producto no es hermoso, pero la tensión desaparece. Y además, ahora tengo un amor a las matemáticas como no lo tuve antes. Mi tutor me ha mostrado, con el ejemplo, que lo más importante es disfrutarlas y seguir el camino que a uno le parezca más hermoso. Se ha vuelto una necesidad gozarlas a diario y compartirlas. Nunca pensé que llegaría a quererlas de veras; estoy en pleno enamoramiento.

Ahora estoy intentando practicar judo. Hice rugby algunos años, y a pesar de que el deporte de equipo me satisface en muchos aspectos (he notado que me encanta el sacrificio de equipo en diferentes esferas de la vida) me harté de las decisiones colectivas estúpidas que se toman, del estira y afloja, de los juegos políticos (!), etc.  El deporte es una de las burbujas en las que espero disfrutar simplemente, sin pensarlo mucho, así que probaré el judo. Me presenté hace como un año o dos, pero no he entrenado de nuevo. Me da terror, viendo videos (ya se que son de jiujitsu, además de judokas, pero has visto pelear a la familia Gracie?) …ojalá y me atreva! Mi devoción al montañismo complementa esta parte, aunque me sigue inquietando saber que arriesgo la vida cada vez que subo.

Seguramente nos veremos de nuevo. Ese día será sorprendente y efímero, y completamente común a la vez. Como cuando mi madre escucho en la noche a las chicharras, en algún barrio rico de Buenos Aires, después de no haberlas escuchado en 50 años.

Sergio.

Protos

21/02/2010 01:41:21 a.m.

Nadábamos en una fuente grande, grande. No podía ver el fondo, de lo oscuro que se ponía el agua. Y cuando agitaban la fuente, la corriente me impedía avanzar y ver los fideos. Alguno me golpeó y desperté en una costa de marfil.

«Angel of Death» de Slayer es como «un paseo por las nubes» para describir a «la bola». Unas perniciosas pero muy inocentes nubes.

La pared de ladrillos y varilla incompleta, las esquinas-basureros, las plazas comerciales,»el rizo de tus cabellos», representan las propiedades emergentes. Son sociales amalgamadas con el mundo físico. De verdad que no tomar el azar, o la complejidad en cuenta me parece muy antinatural. Ya estoy deformado profesionalmente.

Callados los dos. De repente se te ocurrió como romper el hielo. Tu ardilla llamó a la mía, y y se pusieron a escalar la piernas de ambos. Nos reímos como tontos, mientras nos frotábamos los arañazos.

Hacer una cadena-humana-cerco bailante para protestar . Al estilo de «la bala».

Saltos de sky como protectores de pantalla. Learning to fly.

Sentado, muy a la Stephen Dedalus, ví las cosas pasar: mi madre era una de-mente mujer.

Mi perico, mi gallo y mi chiva. ¿La chiva representa a los polleros?

Por cierto, pueden ver las ideas de un profesional:

http://interviewproject.davidlynch.com

David Lynch trata de mostrarnos como son las personas. En su forma más directa.

Multidualis vulgaris.

13/02/2010 01:01:37 a.m.

Me atemoriza la complejidad. No entender, pero también el no ejecutar. Como matemático es un poco estúpido tener ese temor: diariamente uno trabaja tratando de ir ganando terreno a lo inintelegible. A veces leyendo a otros, otras veces imaginando esquemas simples, y muchas veces con un frenetismo casi irracional al que llamamos «inspiración» románticamente. Por eso es medio tonto atemorizarse: como si un minero le tuviese miedo a la profundidad.

Pero me da miedo. Por eso quizá elegí ser minero. Soy como los gatos que miran el agua con fascinación (mi hermosa gatita la mira así). Pero hay periodos duros.

Imagínate. Estoy sentado varias horas tratando de entender un dibujito que hizo Don Dios. Me contaron los iluminados, que ese dibujito es la llave para ir al estado superior. Y lo miro y lo miro y veo un dibujín que parece como una pared de ladrillos con estrellitas. Leo la notación y veo porque hay que mirar el dibujito: la notación no dice nada. Entonces me debrayo pensando otras cosas. Leo lo que otros cuates dicen del concepto del dibujito. Leo otras cosas que ni sé que son que parecen padres pero que NO son del dibujito ni tienen que ver… y finalmente, empiezo a imaginarme cosas del dibujito. Hasta que entro en él, de alguna manera medio misteriosa. Y luego ya, me voy a mi casa. Todo esto es cuando el día fue «muy productivo». Pero lo usual es que esto esté intercalado con comidas, entrenamiento de rugby, dar clase, ver a mi preciosa novia, trámites de mierda, conversaciones de pasillo, y encima, llegar a la casita de sololoy y que un guey me invite a jugar ajedrez para «relajarte». Y no aprendo. A veces ejerzo más aún, fuera de horario de oficina. Me la paso autopsicoanalizándome (lo mejor que puedo) para resolver mis problemas personales; haciendo teorías de dualidad (o multidualidad cuando no me sale sencillito) sobre cualquier ente, metiéndole lo que pueda de psico, socio, filos y/o teo. Todo para tratar de entender la situación y perderle el miedo. Y obvio, no puedo entender todo, me rebasa.

¿Cómo le hago entonces para salirme de ese personaje «vejete aburrido y calculador»? Pues hago bromas, o me acuesto en el suelo, o me como algo del suelo, o me pongo a chismear con los que pasan, o me aviento de un piso a ver que pasa y algunas veces me escapo. Y entonces me vuelvo inmaduro e inútil. Justo lo que la sociedad no espera de mí. Justo violando los valores que Narro trató de inculcar en mi persona en la cartita que adjuntó con mi título profesional. Y hay reprimendas. Es medio difícil tratar de ser un «artista del raciocionio» (yo no soy, ni lo seré nunca, pero mi deber es intentarlo con ahínco) y cumplir con un jodido horario social-administrativo.

Qué hueva me doy a veces. Sé que estoy en una posición soñada…jooooven, sin compromisos, con beca, estudiando justo lo que quiero (sin materias, ni exámenes ya), con posibilidades de viajar mucho. Pero aún así, a veces anhelo los tiempos de irresponsabilidad que no aproveché como debí, y las decisiones potenciales que me alejaron de ser un vago. Nada como irse de briago con amigos gañanes. O perderse una semana del mundo paseando solo por la ciudad.

Les mando «un cordial saludo a los lectores». O bien, tomen el arrimón de camarón.